divendres, 10 de juliol del 2015

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«(época, (...), en la que de ciento veinte mil habitantes, no había cuarenta que le encontrasen gusto a pensar; la mesa y la voluptuosidad eran sus dioses)»

«Encuentro en ellos una profusión de columnas, y, para mí, las columnas son en arquitectura lo que el canto es a la música.»

«Hay que marcharse, cosa que lamento mucho; hago mis últimas visitas a los monumentos. (Le ahorro al lector descripciones de cuadros, tan insignificantes para quien no los ha visto, pero que a mí me complacía poner por escrito en el momento.)»

«Los hombres fuertes de este país desdeñan los lugares comunes, tienen el valor de exponer las ideas que son suyas personales; se aburrían repitiendo las otras.»

«Sueñan con los honores, en lugar de no pedirle la felicidad más que a su paleta o a su cincel.»

«Si el arte del pintor pudiera reflejar la amabilidad perfecta, sin la sombra de la afectación o del lugar común, el ingenio vivo, brillante, original, que no repite nunca lo que se ha dicho o escrito,»

«Deseo ser breve y claro. Si echara mano de aparato inatacable de las formas dubitativas y modestas que tanto convienen a mi ignorancia, este viaje tendría tres volúmenes, y seria seis veces más aburrido. En los tiempos que corren, la brevedad es la única señal de respeto apreciada por el público. No pretendo decir lo que son la cosas, cuento la sensación que causaron en mí.»

«Es sabido que las cartas de amor, y a veces la conversación tierna de las mujeres letradas, no son, en general, más que un centón de las novelas que admiran. ¿Será por esto por lo que son menos mujeres que todas las demás, y tan ridículas?»

«El italiano, que lee poco y con desconfianza, se instruye ante todo por medio de los viajes.»

«Todo está perdido si causa disgusto por charlatán, mientras que no hay ningún peligro en parecer silencioso. »

«La desesperación por amor es aquí ni más ni menos que las viruelas del alma; hay que pasar por ellas.»

«Un alma alocada, soñadora y profundamente sensible es aún más indispensable que una buena cabeza para atreverse a abrir la boca acerca de las estatuas.»

Roma, Nápoles y Florencia. Stendhal. – Editorial Pre-textos